Por Víctor Navarro Reyes, Presidente de Comunicación y Promoción de sede central del COIICV

El título de la presente entrada se corresponde a una canción de Miguel Bosé, y data de 1990, esto es, hace 26 años. Repasando la letra, la verdad es que creo que la frase más reseñable es la que da título a esta canción que, precedida de un “Es mi vida, no quiero cambiar”, sentencia que “los chicos no lloran, tienen que pelear”.

Mis entradas versan sobre mercadotecnia, ventas y el aspecto comercial, pero esta entrada, que atacaré, como siempre en este blog, desde esa perspectiva, incluye también un mensaje personal, quizás hasta vital. Y es que me resulta curioso, cuanto menos, que este mensaje de hace 26 años, que quizás inclusive ya estuviera algo caduco por entonces, siga vigente en la mente, de, espero, una minoría.

La semana pasada un amigo, que ha tenido que vivir una despedida laboral, me contaba cómo los sentimientos afloraron, la voz se le entrecortó y unas lágrimas asomaron a su rostro. Lo que él, inconscientemente, no contuvo, sigue todas las directrices que nos marcan conceptos tan en boga en la actualidad como los siguientes:

  • Inteligencia emocional, que Wikipedia, en su inmensa sabiduría, define como “una habilidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás, promoviendo un crecimiento emocional e intelectual. De esta manera se puede usar esta información para guiar nuestra forma de pensar y nuestro comportamiento”. El concepto data de 1920, pero cobró relevancia en 1983, si bien lo popularizó Goleman en 1995.
  • Empatía, definida como “un sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra”, en este caso, empatía afectiva o emotiva.

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  • Empoderamiento, empowerment para los amantes de los anglicismos, entendido como “el proceso por el cual se aumenta la fortaleza espiritual, política, social o económica de los individuos y las comunidades para impulsar cambios positivos de las situaciones en que viven. Generalmente implica en el beneficiario, el desarrollo de una confianza en sus propias capacidades y acciones”. Creo que, en particular, cabe hablar en este caso de empoderamiento personal, logrado cuando se pasa de la dependencia a la interdependencia pasando por la independencia; logrando este último estado, la persona logra empoderar su vida teniendo un control completo de sus acciones, auto control, estima alta, seguridad completa en su persona, control de emociones, está, en definitiva, con el poder de su lado para dirigir su vida.
  • Y, además, está incluido entre los hábitos de las personas con alta inteligencia emocional, que emanan directamente de la obra maestra del Stephen Covey, “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”: reconocer sus sentimientos y los de los demás; o expresar correctamente sus emociones y sus pensamientos.

Y es que, la capacidad para emocionar y para emocionarse, para transmitir sin pudor nuestros sentimientos sinceros, la empatía y la falta de prejuicios, son parte del armazón sobre el que se construye un líder. Difícilmente alguien puede entender los sentimientos de los demás si no es capaz, ni de entender los suyos, ni de expresarlos.

Sad-Man

Si alguien, en pleno siglo XXI, sigue haciendo suyos fragmentos de una letra de hace 26 años, sin entender que la parte importante de la misma era que siempre hay que seguir peleando, mal vamos. No creo que, a estas alturas, alguien se pueda sentir identificado con personas de este perfil. Y el liderazgo, las ventas, tienen mucho de entender, a tu cliente, a tu equipo, y de empatizar con ellos, así que voy a permitirme reformularla, a modo de despedida.

Los hombres también lloran, pero nunca dejan de pelear.