Alejandro Marín Arcas, Miembro de la Junta de Gobierno del COIICV y Presidente de CLAIU-EU

Durante los más de 20 años que estuve desempeñando un cargo de libre designación en la Administración Pública, tuve que vivir muchos momentos penosos para nuestra profesión de Ingeniero Industrial, al ver como algún colega, funcionario o no, se plegaba a los intereses de quien le mandaba y en contra de su propio criterio. A veces autoengañándose con falsas justificaciones, que no venían sino a esconder la realidad de no mantener su criterio, en defensa del interés general, por miedo a que ello le reportara algún perjuicio económico.

Pero tengo también que decir con orgullo, que recuerdo muchos casos en los que el Ingeniero Industrial de turno mantuvo su criterio aguantando las presiones reiteradas de su superior sin ceder, aunque ello le costara en muchos casos su cese en el puesto de libre designación, teniendo que conformarse con otro puesto en la Administración Pública de menor remuneración.

También hay que resaltar en honor a la verdad que eso no era siempre así, y aunque uno se negara a las pretensiones del superior político porque no se consideraban justas o éticas, eso no siempre suponía su cese.

Como ejemplo tengo aquellos más de 20 años durante los que tuve que negarme a hacer cosas que no consideraba propias, o que suponían algún tipo de injusticia para alguien, solo por satisfacer los intereses del jefe político. Y aunque yo siempre creí que mi cese era inminente tras cada una de estas situaciones, eso no fue así durante aquellos más de 20 años, (en los que al final me cesaron).

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Pero no es de mí de quien quiero hablar, sino de todos aquellos colegas que aguantaron el tipo. Y particularmente recuerdo uno que ( hace ya tantísimos trienios que sería imposible identificarlo ) estando elaborando, junto con otros 3 colegas de los Servicios Territoriales, un examen para la Administración Pública. Se rumoreaba que había unos amigos del Conseller (o de su partido político ), que estaban muy interesados en aprobar ese examen. Por eso no fue sorprendente que durante una comida de trabajo el Conseller se dirigiera a este Ingeniero Industrial pidiéndole una copia del examen, porque “tenía curiosidad por ver que preguntas había puesto”. Nuestro colega le dio largas diciendo que se había dividido el trabajo con los otros, en sobres cerrados y tal.

Pero dos días antes del examen, durante una reunión en el despacho del Conseller, este le conminó: “Antonio (es un suponer), quiero una copia del examen ya, para ver su grado de dificultad”. Nuestro colega levantó la vista del papel que estaba garabateando y le dijo: “No, Conseller, no te lo voy a dar”. Y te voy a decir una cosa: Joder, que orgulloso estaba yo de nuestro colega.