Por Juanjo Pérez, Secretario de la ETSII en la Universitat Politècnica de València
Ayer estuve repasando mis apuntes de Termodinámica y me encontré lo que ya sabía: que cuando los gases se calientan, el incremento energético aumenta la cinética de las moléculas y estas tienden a distanciarse, al contrario de su inherente tendencia a juntarse cuando estas se enfrían. Si lo observan, la Termodinámica no rige las Relaciones Humanas. Pero déjenme que les cuente… desde el principio.
Cuando estudiaba la carrera tuve la suerte de pertenecer a la XIX Promoción de Ingenieros Industriales. Comenzamos –como lo hicieron hasta entonces y lo harían después todas las promociones– superando la durísima pista americana del conocimiento que eran las asignaturas de Física, Cálculo, Álgebra y sus respectivas Ampliaciones. Sin ausencia de bajas, contusiones y derrames intelectuales superamos las adversidades de esos dos primeros cursos que hacían de La Chaqueta Metálica, el Verano Azul del estudiante de ingeniería industrial: solo treinta y cinco de cada cien de los que entramos en primero conseguimos acabar la carrera. El resto la abandonó. Y ahora estoy seguro de que fue esa dureza la que le arrancó a la Naturaleza una quinta fuerza esencial de interacción, adicional a la nuclear fuerte, nuclear débil, la electromagnética y la gravitatoria: la interacción estudiantil de ingeniería industrial. Nos convertimos en lo que viene a denominarse “piña”.
Y es que nada más aterrizar en primero nos pusimos en huelga por la Ley de Atribuciones Profesionales y nos montamos en autocares para manifestarnos por la Castellana rodeados de una espuma que manaba de La Cibeles producto de una botella de detergente dejada caer nadie sabe cómo; fuimos la primera promoción en irnos de Erasmus, aterrizando en un Coventry que alucinaba pickles con la destreza matemática de nuestros compañeros; fuimos los que más actividades llevamos a cabo para sufragar los gastos del viaje fin de carrera; fuimos los que organizamos el Salón Tecnológico con más empresas asistentes, siendo visionarios al ponerle el nombre de EXPO’91; fuimos la promoción que obtuvo más ingresos para un viaje fin de carrera excepcional; fuimos los que conseguimos consensuar un destino único de viaje –Grecia– con más de setenta compañeros; fuimos la única promoción que bailó Que viene mamá pata (a los patitos no piséis) en el pasillo de un vuelo charter con destino a Atenas; fuimos la promoción que, aun habiendo acabado la carrera, consiguió durante más de tres años reunirse semestralmente para cenar…
Pero el tiempo nos enfrió y, al contrario de lo que sucede en Termodinámica, tendimos a alejarnos…
La XIX Promoción de Ingenieros Industriales terminó sus estudios entre octubre de 1991 y septiembre de 1992. De aquello han pasado veinticinco años ya. Personalmente, de tanto en tanto veo a algunos de mis compañeros: formamos una chupipandi de seis –y yo siete– que de uvas a peras compartimos cervezas y exhalamos recuerdos. Y de uno de ellos surgió la idea de volver a juntar a todos los de la promoción con motivo de los veinticinco años. ¿Por qué no? ¡Hagámoslo! Y así, hemos pasado estos últimos meses tirando mano de orlas, listados de viejas asignaturas y de agendas carcomidas por el tiempo para sacar de ellas las listas de promoción. Y con estas listas y sus nombres hemos navegado entre gugels, feisbucs y linquedíns buscando imeils hasta dejar a Ulises como oriundo manchego. Y teniendo las direcciones comenzamos a escribir correos electrónicos a más de cien compañeros de promoción a los que conseguimos localizar. Y… ¿saben? No se pueden imaginar la tremenda y extraordinaria alegría e ilusión con la que la gente contestaba a ese primer correo de contacto. Y tras meses de preparación, hemos reconectado a la promoción.
Y es que, al contrario de lo que le sucede a las moléculas gaseosas, hemos encendido una llama y su calor vuelve de nuevo a reencontrarnos. Y, ¿saben? Funciona. Como decía Sole en aquella también vieja canción de Presuntos Implicados, “Lo mejor que conocimos separó nuestros destinos que hoy nos vuelven a reunir; tal vez si tú y yo queremos volveremos a sentir, aquella vieja entrega”. Y es que somos, que yo sepa, la primera promoción en reunirnos después de veinticinco años. Somos OCHENTA Y DOS los que nos veremos en unos días, después de veinticinco años… Veinticinco, y me llevo ochenta y dos.
Cena de próceres en la desaparecida Sala Xuquer, Mayo 1991