Por Héctor Sánchez, ingeniero industrial colegiado.
Entre artículos sobre tendencias tecnológicas, os invito a una lectura relajada con este texto sobre algo que nos acerca a nuestra ciudad. Cada día caminamos sobre ellos sin recordar su existencia: nos referimos a los refugios antiaéreos subterráneos. Todos sufren los efectos de la corrosión y el paso del tiempo, y muchos han sido destruidos total o parcialmente al levantarse nuevos edificios o ejecutarse obras de urbanismo.
Francisco Taberner Pastor, Dr. Arquitecto, y autor en 2002 de un detallado estudio sobre los refugios, nos habla de hasta 258 recintos, 41 de titularidad pública, aunque no se conoce realmente la totalidad de los existentes al ser algunos de propiedad privada y quedar construidos bajo edificios, en el ámbito de las comunidades de vecinos.
La Junta de Defensa Pasiva, creada por el Ministerio de Defensa el 22 de Junio de 1937, se encargó de la construcción de refugios antiaéreos, editando incluso instrucciones para lograr homogeneidad en cuanto al modelo constructivo. Al trasladarse la capital de la República, desde Madrid a Valencia, y dentro del contexto bélico, la ciudad se encontraba expuesta a posibles ataques aéreos. En las fichas del Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos, del Ayuntamiento de Valencia, se describe que el resguardo frente a la acción directa de los proyectiles y su metralla venía asegurado por la capa de protección del techo, construida mediante celdas de hormigón dispuestas en dos o más hiladas para actuar de amortiguador, rellenadas en ocasiones con arena o algas a tal efecto. Por debajo se situaba el elemento más resistente (losa de hormigón armado con espesor mínimo de 70 cm). En algunos casos, había estancias de W.C. y cocina. También había bancos corridos adosados a las paredes, para sentarse durante los bombardeos. Exteriormente, el refugio se marcaba mediante un rótulo con letras Art Decó, fácilmente reconocible por la población.
Rótulo en fachada exterior del refugio calle Alta esquina a calle Ripalda, Valencia (fotografía: Azkárraga, J.M.)
Vista de una de las naves del refugio del Grupo Escolar Balmes, Valencia (fotografía: Taberner Pastor, F.)
Había dos modelos de refugio: abovedado y adintelado, el primero pensado para su construcción en jardines y en patios de escuelas, a partir de unas medidas básicas de 14 x 28 m. El acceso se efectuaba mediante rampas o escaleras, situadas en vértices contrapuestos, y en ‘zig-zag’ para ofrecer la mayor protección ante la onda expansiva de las explosiones. El modelo adintelado se construyó mediante losa de hormigón armado sustentada por robustos pilares.
Por otra parte, tal y como veremos, ¿se puede hablar de ‘Aire de otro tiempo’? Evidentemente sí. Aire que llegaba a su destino de forma adecuada. Los refugios disponían de ventilación y renovación forzada de aire, con salidas a la superficie. Ingenieros industriales diseñaron estos sistemas, que tenían que garantizar a la población civil unas condiciones de permanencia mínimamente razonables. No olvidemos lo complicado de una atmósfera exterior con altos niveles de polvo y humo (con su evidente toxicidad), en caso de explosiones cercanas, y una calidad de aire interior difícil de mantener si consideramos a decenas de personas refugiadas al mismo tiempo. Hablamos tanto de confort térmico (temperatura y humedad), como de la propia salubridad del aire (niveles de CO2, por ejemplo). Eran instalaciones sencillas en su concepción, pero que debían demostrar su eficacia.
Plano del proyecto del sistema de ventilación para el refugio del Grupo Escolar Bárcena, Valencia (fotografía: Azkárraga, J.M.)
Carcasa de ventilador en refugio calle Espada, Valencia (fotografía: Taberner Pastor, F.)
Anuncio de la empresa Xerri y Bonora, en una ‘Guía de Valencia’, obsequio de El Mercantil Valenciano a sus suscriptores, año 1931 (fotografía: Taberner Pastor, F.)
Aislamiento acústico, equilibrado dinámico o normativa específica quedan fuera de contexto. Los refugios actuales incluyen monitorización electrónica de parámetros y protección para la guerra NBQ. En el caso valenciano, empresas como Xerri i Bonora se encargaron del diseño e instalación de los citados sistemas, como en el refugio antiaéreo del Colegio Gran Asociación, de 1938, en El Carmen (ventilador trifásico de 90 m3/min. de caudal de aire, con motor Siemens de 2 C.V. y 1500 rev/min). En algunos casos había además volantes para accionamiento manual de la ventilación.
Se trata de un patrimonio sensible a decisiones políticas en cuanto a su protección y promoción. Ciudades como Berlín han alejado de consideraciones ideológicas este tipo de construcciones, que suscitan ahora interés cultural y turístico. La ‘Asociación Mundos Subterráneos de Berlín’ (www.berliner-unterwelten.de), organiza visitas guiadas (algunas en castellano) a este tipo de obras, donde podemos ver además multitud de instalaciones para disfrute de entusiastas de estas infraestructuras, como en mi caso. En Valencia, siguiendo la línea de Barcelona o Almería, entre otras ciudades, van surgiendo muestras de preocupación por la rehabilitación de los refugios antiaéreos. Exposiciones y visitas pretenden dar a conocer al público esta parte de nuestra historia, donde tanto ingenieros como arquitectos tuvieron que aplicar técnica y capacidad de ejecución para proteger, en definitiva, a personas.
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