Por Jaime Martínez Verdú, ingeniero industrial

Las empresas son organismos vivos que nacen, crecen y se mueren. Una empresa se origina si y sólo si el entorno en el que va a coexistir posee las condiciones idóneas; además, esa organización deberá hacer un gran esfuerzo por desarrollarse y evolucionar buscando sobrevivir en ese entorno tan dinámico en el que está inmersa. Desgraciadamente, si la empresa no es capaz de adaptarse a los cambios generados por el entorno, morirá.

Ahora bien, ¿sobre quién recae la responsabilidad de que la empresa sea capaz de sobrevivir a los cambios en el entorno? O formulado de otro modo: ¿quién se preocupa por diseñar e implementar cambios en la empresa para mejorar su funcionamiento resultado y así poder sobrevivir?

En gran cantidad de organizaciones no existe esta figura oficial de agente del cambio encargado de diseñar y gestionar procesos de cambio en la empresa pero, en realidad, cualquier trabajador que se preocupe por mejorar el funcionamiento de sus tareas lo es. En aquellas empresas que sí tienen más arraigada la idea de gestión del cambio hasta disponen de departamentos enteros cuyos objetivos son mejorar diferentes aspectos de la empresa.

El ingeniero industrial tiene bastantes papeletas para formar parte de uno de estos departamentos y convertirse en un agente del cambio. De hecho, sus competencias tan generalistas y esa capacidad analítica y de resolución de problemas que lo caracteriza, hace que un perfil técnico de estas características sea ideal para detectar problemas y desarrollar mejoras; si a esto le sumamos formación en empresas (se completan las aportaciones que puede hacer el ingeniero industrial), sus mejoras pueden llegar a tener un impacto en todos los niveles de la empresa, y no sólo en los puramente técnicos.

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Ahora bien, para diseñar e implementar mejoras no basta con encerrarse en el despacho de uno mismo y enviar el nuevo procedimiento por correo electrónico al responsable “de turno”: con esto no se consigue nada… Si el objetivo es que la mejora diseñada se llegue a implementar y dé buenos resultados (que es lo que se está buscando ¿no?) uno mismo tiene que padecer la solución que propone.

Por eso mismo, es importante que el propio agente del cambio dedique varios días/semanas a testear la metodología o herramienta que ha diseñado. De hecho, merece la pena porque aporta diversas ventajas:

  • Depuración de errores. Trastear la mejora que se ha diseñado puede ayudarnos a encontrar “bugs” que no habíamos detectado durante el diseño; con ello, conseguiremos obtener una versión mejorada del proceso o herramienta ideada.
  • Interiorización de la idea. El mero hecho de echar horas trabajando con el nuevo proceso o usando la nueva herramienta va a hacer que interioricemos mucho mejor el concepto creado; así, cuando tengamos que comunicar la idea a los empleados afectados, será mucho más sencillo transmitirlo y hacer que quede bien claro al personal implicado.
  • Gestación de autoridad moral. “Sufrir” el proceso o herramienta que hemos creado nos va a permitir tener mayor poder de negociación con el personal involucrado en la mejora; así será más fácil convencer de las bondades de la mejora, conseguir aliados y romper barreras que impidan el cambio.
  • Adaptación a la realidad. Está claro que de la teoría a la práctica va a un trecho… Cuando la idea sobre el papel la bajamos a la oficina o a la planta hay bastantes posibilidades de que no cuadre y tengamos que adaptarla a los recursos disponibles (presupuesto disponible, formación de personal, características de las instalaciones,…).
  • Análisis de la usabilidad de la mejora. Podemos definir la usabilidad como la calidad de la experiencia que tiene un usuario cuando interactúa con la mejora diseñada. Darse cuenta de lo viable traumático que es seguir el proceso o utilizar la herramienta es importantísimo. No podemos pretender que otras personas acepten la mejora si convivir con ésta es un auténtico calvario. Por eso uno tiene que sufrirla en sus propias carnes y darse cuenta de todo aquello que resulte difícil de realizar.

Hay que recalcar la importancia de buscar colaboración en la línea de acción; combinando esfuerzos con otros compañeros se consigue recibir un feedback de bonus. Por ello, es necesario involucrar a algunas personas que puedan estar relacionados con el proceso y, así, tener de nuestro lado a aquellos a quienes afecta nuestra mejora. Sin esto, el fracaso en la implementación de la mejora está asegurado.

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En resumen, hay que hacerse a la idea de que las empresas necesitan que exista una figura encargada de implementar mejoras para lograr que éstas sobrevivan dentro del entorno dinámico en el que están inmersas. Un perfil que encaja muy bien con la figura de agente del cambio es el de ingeniero industrial, pero éste debe estar preparado para arremangarse y experimentar con sus propias creaciones.

Está claro que los cambios cuestan, pero si no las vivimos por nosotros mismos es posible que confundamos la dificultad inherente al cambio con que nuestra mejora sea infumable. Si uno no tiene intención de sufrir sus propios proyectos de mejora está abocado al fracaso… mejor que se dedique a otras labores… Sin embargo, si estás decidido a padecer tus propias mejoras, prepárate para disfrutarlas cuando estén implementadas y veas cómo cambia todo a mejor.

Mucho ánimo a tod@s y a cambiar para mejor vuestras empresas!!