Por José Mainez Bosch, ingeniero industrial colegiado.

Las paradojas del filósofo griego Zenón de Elea serían hoy reconocidas por muchos como el story telling de Zenón. Y ello obedecería tanto más a una cuestión en relación con los tiempos que corren que a los procesos digitalización que, dicen, nos embargan hoy nuestro antiguo hacer más reciente para catapultarnos al mundo inexistente de lo digital. Mundo digital existente en la mente compartida con los procesadores. Paradoja o story telling, en todo caso, la relevancia máxima del relato apropiado para comunicar y generar aprendizaje sigue vigente.

Este activo imperecedero del relato quizás sea uno de los valores seguros cuando Adela Cortina, en el marco de la Fundación Étnor o fuera de él, articula, participa o es motivo de convocatoria como lo fue el pasado jueves día 15 de febrero, en la Sede de la Universidad Literaria de la calle de la Nave en Valencia. Si, acaso emulando a Aquiles, los asistentes confluyeron en su primer paso en pos de la ética expresada por Cortina hacia el claustro presidido por Juan Luis Vives, su segundo paso les hizo desplazarse desde el Aula Magna que resultó de insuficiente capacidad para acoger la respuesta de convocatoria, hasta el Paraninfo de la Universidad, en el que finalmente discurrió el acto. El motivo de la convocatoria: una palabra rescatada del griego por la Catedrática: “Aporofobia”, y un libro de Adela Cortina publicado por Editorial Paidós, bautizado por la autora con el mismo nombre: “Aporofobia”. En el trasfondo, la paradoja de Aquiles y su persecución de la tortuga. Anhelando que la tortuosa, jugosa, e imperfecta realidad se dejase alcanzar por los avances sociales que permitan erradicar el Hambre en este caso, la corrupción en otros, la falta de integridad, y la empobrecedora ausencia de sana ilusión…

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Quizás el hecho de que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) se haya decidido en 2017 a incorporar el antiguo término Aporofobia como neologismo en el Diccionario que tutela, sea un síntoma de que Aquiles jamás alcanzará a la Tortuga y, de que por ende, necesitamos visibilizar e identificar verbalmente al hecho, sentimiento y actitud de la fobia (odio) a las personas pobres o desfavorecidas. Quizás, ojalá, murmuraban otros en el claustro al finalizar el evento, el neologismo sea el reconocimiento del nuevo término como la herramienta definitiva para poder llamar a las cosas por su nombre y que, al menos
en la erradicación de la pobreza, nos permita alcanzar a la Tortuga. En el centro del claustro, Juan Luis Vives se mantuvo impertérrito, con actitud pétrea, al escuchar éstas y aquellas posibilidades. No quiso posicionarse en pos de ninguna de ellas. Sin embargo, su mirada brillaba hacia las estrellas que en la noche madrugadora de los febreros valencianos recogía pacientemente todas las palabras que se vertieron en el acto de presentación. También el término “Ética” y el antiguo neologismo “Aporofobia”.