Por Javier Guillén, Responsable de Comunicación Externa del COIICV.

Entendemos por Lobby un grupo de presión integrado por un colectivo con intereses comunes que realiza acciones dirigidas a influir en la Administración Pública, para promover decisiones favorables a los intereses de ese sector en concreto de la sociedad. Las primeras utilizaciones políticas de este concepto se remontan al siglo XIX. El Lobby está instalado en la iniciativa privada, entendiendo como tal a esos sectores con un potencial próximo a los de las Administraciones, como puede verse en ejemplos recientes: los de esas grandes empresas que cuentan con recursos ilimitados para influir y persuadir, y… Tomemos como referencia un ejemplo de manual: el Lobby de Monsanto. Monsanto opera en buena medida a través de grupos de presión, organizados a nivel global, nacional y regional. A estos niveles, las multinacionales de un mismo sector coordinan sus acciones de lobby en base a sus intereses en común. Bruselas es la segunda capital del lobby del mundo, después de Washington. La UE no exige transparencia a los 20.000-30.000 lobbistas que se estima recorren a diario el Barrio Europeo de Bruselas. El Registro de Transparencia para lobbistas de la UE es voluntario, y está lleno de información imprecisa y engañosa. En EEUU, las empresas están obligadas a registrar quién realiza labores de lobby para ellos, sobre qué tema y con qué presupuesto.

Monsanto

En EEUU, sólo Monsanto gastó 4,33 millones de dólares en 2015. Además, según revela en su página web, Monsanto ha pagado un total de 2 millones de dólares a los grupos de lobby de los que forma parte, como BIO y Croplife America para defender intereses de forma directa, a través de puertas giratorias -una estrategia clásica de lobby-, en la que una gran empresa o grupo de lobby contrata a un antiguo alto funcionario o político, que se encuentra en una posición privilegiada a la hora de presionar a sus antiguos compañeros de trabajo, y que sabe cómo funciona el sistema desde dentro. Las puertas giratorias pueden funcionar también en la otra dirección, es decir, que alguien de dentro de la industria se coloque en una posición clave en las instituciones públicas.

Ejemplos hay para todos los gustos. Los cables de WikiLeaks han mostrado que el Departamento de Estado de EEUU ha estado particularmente activo a la hora de promover los intereses de Monsanto en el extranjero. Los cables filtrados aportan pruebas de que las embajadas y consulados estadounidenses en Argentina, Alemania, Eslovaquia, España, Egipto y Sudáfrica promocionaron a Monsanto y sus productos en estos países. Productos que contienen sustancias como el Glifosato, una estrella de Monsanto para sus cultivos transgénicos. En su momento la OMS determinó que el glifosato no era neurotóxico, no provocaba daños en el ADN, que no afectaba al desarrollo del feto o que tampoco podría causar cáncer. Hoy día, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (dependiente de la OMS) ya ha  incorporado el glifosato a la lista de sustancias carcinógenas para humanos (grupo de sustancias 2ª de la IARC). Y esto nos da una aproximación sobre el control al que deben someterse estos grupos de presión denominados Lobbys.

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