Por José Mainez, ingeniero industrial colegiado.

Cuando el año 2009 (año más, año menos) ultimaba su septiembre, iniciaba formalmente el curso académico la Universidad Literaria de Valencia en su Paraninfo de la calle de la Nave. Con la figura de Juan Luis Vives, inmóvil, cercana y atenta desde el centro del claustro, perimetrado por treinta y cinco columnas, le correspondía al filósofo Fernando Savater ejercitarse en magistral apertura del acto.

“La Ética es lo que nunca cambia y la Estética lo que se encuentra en cambio constante…”, fue su punta de lanza hilvanada para pespuntear los birretes de las autoridades académicas y los ribetes de los otros más espontáneos, y por ello más genuinos; todos asistentes. “Con lo cual es muy osado invitar a un profesor de Ética, porque siempre va a hablar de lo que no cambia…” continuó elaborando al paso, el filósofo y aficionado ecuestre.

Si la montura de pasta coloreada de las gafas de Savater contrastaba con la solemnidad del acto, con los forrajes aterciopelados de los asientos, y con los nombres ilustres del saber que guardan el recinto, que estuviese como Autoridad invitada al acto Rafael Blasco restaba brillo a cualquier otro contraste estético que se pudiese identificar. Escasas semanas atrás, esta vez en paseo también solemne pero sin prisa, en mañana de sábado anónimo, José María, visitante puntual del piso tutelado para personas con enfermedad mental que Àmbit gestiona en el barrio del Cabañal (calle Progreso), me explicaba y justificaba su lanzamiento desinteresado y certero sobre la acera de un paquete de cigarrillos agotado y apretado en su puño:

“No te preocupes, es bueno dar trabajo a los demás, y lanzando este papel, el barrendero, entre los cuales tengo amigos, contribuyo a que sea una figura más necesitada”. El trastorno mental de Jose María, no le restaba inteligencia, y tampoco educación, por ello había recurrido a una justificación de su actuación, en términos de utilidad (sabía que de formación soy ingeniero).

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A la sazón, y en el campo del desempeño profesional, me había encontrado los últimos años gestionando indicadores de área en la dirección de la Supply Chain de la industria auxiliar de automoción. Entre los indicadores, con el foco puesto en la excelencia en el servicio, siempre un factor prioritario había sido la gestión óptima del inventario, el aumento de su rotación, y para ello gestionar preventivamente para evitar su obsolescencia (no eran tiempos de la gestión en tiempo real pero ya se vislumbraba como realidad cercana).

Paradójicamente en la gestión de inventario la categoría previa al “obsoleto” es en realidad la que posibilita una gestión óptima del mismo, por ello no se enfatizará suficientemente la necesidad de desarrollar habilidades para detectar el inventario “en riesgo” como mecanismo para anticipar crisis innecesarias, baja calidad en el servicio y pérdidas en el negocio.

Sin embargo, trabajar en la categoría de “en riesgo” aparentaba tener tan escaso o menos glamur como años atrás habíamos comprobado al introducir el “análisis de incidentes”, como garantía de éxito en la gestión preventiva de accidentes en la industria y por ende en la mejora de la salud de la totalidad de la organización. El tiempo nos dio la razón al reducirse drásticamente el número de accidentes, razón avalada por los resultados y lograda por la participación activa de los distintos equipos de fábrica.

…Y el tiempo nos quitó la razón cuando aprendimos que el objetivo último no era “cero accidentes” sino materializar procesos circulares de mejora continua que transversalmente involucrasen a los distintos niveles de la organización. Curiosamente, con los años, el mayor valor de la iniciativa fue lograr una cultura organizativa preventiva que devenía en fundamento para avanzar en la capacidad de predictibilidad, y adicionalmente en órdenes superiores de resiliencia organizativa.

Por los años que discurrían, tras un periodo de adaptación suficiente ya se había institucionalizado con cierta firmeza procedimental el uso del jurado popular en la administración de justicia, y a pesar de los juicios rápidos (populares o algo más incógnitos), todavía pareciera que los procesos judiciales sobre aquellos que tiran papeles y otros objetos más contundentes sobre la calzada de la sociedad, alcanzan unos larguísimos plazos que no sólo ponen en categoría de obsoleto los veredictos, sino por su alejamiento del tiempo real (asíncrono con la sociedad) al propio sistema judicial que lo sustenta en nombre de la Justicia.

Afortunadamente llegó puntual la era digital para transformarlo todo. Y en los tiempos de la digitalización y la Industria 4.0, todavía echo de menos la visión del colectivo ingenieril sobre cómo el disponer en tiempo real de actualizaciones informativas, técnicas y tecnológicas supone un riesgo creciente de obsolescencia en los esquemas que tradicionalmente han soportado los procesos de gestión del aprendizaje, creación de valor, y prevención y seguridad industrial.

En los tiempos de la economía circular, dotarse de mayores capacidades para reciclar, recuperar y reutilizar los recursos existentes se convierte en un factor clave de éxito colectivo y futuro, en el sentido más amplio del término recurso (y con la necesidad pedagógica de ampliar su alcance adecuadamente). En dicho escenario, la sobreabundancia y el fácil acceso a la información se convierten en factores limitantes críticos en ausencia de su adecuada dirección hacia los procesos que catalizan la vitalidad y el progreso de la sociedad.

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Por lo demás, semánticamente la expresión “en tiempo real” ofrece en apariencia mejoras significativas respecto a “más rápido”; sin embargo si tomamos como ejemplo el efecto que el cero en el denominador del quebrado tiene sobre el resultado, éste es radicalmente distinto de aquel que surte de la mera disminución de su valor. El estrés que está introduciendo el potencial de la digitalización en la adecuada gestión de los procesos de obsolescencia para que se encuentren adecuadamente coordinados con los principios de la economía circular (reusar, reciclar, reutilizar – no existe el residuo, tan sólo materia prima en el lugar inadecuado), nos ofrece un enorme campo para la actividad profesional y para la reflexión en compañía de Juan Luis Vives, y otros.