Por Pepe Campillo.
Nos encontramos, a día de hoy, en un contexto para el que no nos preparó la sociedad. Cabe recordar que las generaciones que ahora terminan o terminaron recientemente, entraron a formarse como futuros ingenieros justo en el declive de la gran época de bonanza económica, época del boom, del ladrillo. Épocas ya lejanas y de las cuales esperamos que todo el mundo haya aprendido. Por lo que, resumiendo, todo ha cambiado: las reglas del juego, el tablero, las fichas, los planes de estudio e incluso las reivindicaciones.
Entramos con el ánimo de nuestros familiares, de nuestros allegados, siempre con la coletilla final de “muy difícil, pero no te faltará trabajo”. Ahora, se nota en la cara de los compañeros la preocupación, el desánimo que genera el terminar y ver que te enfrentas a las mismas situaciones con las que abren a diario todos los noticiarios. El primer golpe de efecto llega nada más finalizar, cuando observas que, entregado el título, desaparecen las palabras bonitas, y toda pregunta que se formula en el contexto de una entrevista de trabajo termina con: “¿Y sigue en vigor el convenio de prácticas con la universidad?”. A lo que alguno debería responder: “Pero muy señor mío, ¿no se da cuenta usted de que tengo casi los 30 y ya estoy preparado para formalizar un contrato como Dios manda?” Triste, pero así es.
Ingenieros e ingenieras industriales de calidad
Pero no todo se debe mirar bajo la misma óptica. Hay que variar la lente para poder observar con mayor amplitud la imagen. Quedarse en el pesimismo barato es para perdedores, y algo que demuestra todo ingeniero industrial es que esa palabra no la conoce. Nos preparamos por y para lograr la excelencia, alcanzarla sin rendiciones y bajo los estándares de calidad que una escuela técnica superior de ingenieros industriales es capaz de sellar y plasmar en cada uno de los alumnos que transitan por sus pasillos. Somos la garantía de que lo que se trabaja y persigue con ilusión, esfuerzo y dedicación, al final sale bien. Una garantía para una sociedad que no para de crecer y evolucionar y que, al amparo de dicho crecimiento, lo hace también una comunidad de ingenieros e ingenieras industriales de calidad.
La preparación es clave para el éxito. Una formación exigente con una formación global y de calidad ayuda a la adaptación, a la flexibilidad y a moverse al ritmo que se mueve el entorno. La realidad no deja de ser un problema indeterminado donde alcanzar un óptimo local. Mientras el campo de visión, la formación, sea más consistente, más cerca estará dicho óptimo local del óptimo global.
Crecer juntos
Y puesto que estamos en época de cambio, cambiemos. El futuro de la universidad pasa por un tránsito curioso en el que toda la comunidad debe invertir esfuerzo e ilusión para que el permanente sea lo más estable posible. Falta muy poco para que las nuevas generaciones formadas bajo el paraguas del nuevo Espacio Europeo de Educación Superior terminen y empiecen a ser la nueva imagen ante la sociedad de la Ingeniería Industrial. Son ellos los que transmitirán y difundirán las bondades de los profesionales del sector. Por ello, se debe volcar todo el esfuerzo necesario en transmitir la realidad del entorno y las necesidades de la sociedad, contando con un sistema que garantice la realimentación con la universidad, que aúne la experiencia del mercado con los esfuerzos que los organismos universitarios hacen a diario para el correcto funcionamiento de las instituciones. Y entre los deberes, hay que enlazar el entorno, la empresa y las instituciones al servicio del futuro profesional, del alumno de Ingeniería Industrial. Estamos en una situación que nos impulsa a crecer juntos, de la mano, apoyándonos y pudiendo garantizar el futuro de la ingeniería plasmando ese sello de calidad que, con más de 150 años de historia, pudimos entre todos colocar.