Por Bernardo Carrión.

El pasado 20 de marzo, aún con la resaca fallera a rastras, se entregaron los Premios de Proyecto Final de Carrera que cada año, y van cinco, convoca la Cátedra de Empresa de la demarcación de Valencia del Colegio de Ingenieros Industriales. He tenido la oportunidad de asistir a todos los actos de entrega de estos premios desde que se instituyeron, y siempre se respira un ambiente agradable. Es un punto de encuentro entre los recién titulados, sus familias, los responsables de su formación —docentes de la UPV— y sus compañeros de profesión —representantes del COIICV.

Cada uno de estos grupos presenta características reconocibles. Los premiados están pendientes de que el resumen de su proyecto sea entendido por los asistentes y de agradar a los veteranos, y siempre falta alguno que está trabajando fuera de España; los familiares respiran una mezcla de orgullo por los méritos reconocidos de sus hijos y preocupación por el futuro inmediato; los docentes entregan el testigo del trabajo que cada año desarrollan con sus alumnos; y los colegiados reciben a sus nuevos compañeros con ganas de ofrecerles ayuda.

He entrevistado a muchos de los premiados y todos ellos coinciden en señalar que el proyecto les ha acercado al mundo profesional, que han tenido la oportunidad de trabajar con empresas y profesores y que les ha obligado a buscar soluciones para sacarlo adelante. Algunos han encontrado trabajo en la misma empresa que confió en ellos para integrar sus proyectos. Y casi todos utilizan el método de elementos finitos —¿qué diablos es un elemento finito?— para la estructura matemática. Sus exposiciones están llenas de fórmulas extrañas para un periodista, pero suenan bien, sus compañeros de profesión no ponen caras raras cuando las ven en el power point . Estos chavales son muy capaces de diseñar un tren o una central nuclear.

Los Premios Cátedra de Empresa del COIICV me permiten conocer cada año a los mejores ingenieros industriales egresados de Valencia, los que más codos han lijado contra la mesa y más problemas han resuelto. Y me gusta que se les premie, que se les reconozca su esfuerzo y su compromiso con los familiares que les han permitido alcanzar una formación tan amplia.

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No es fácil para los universitarios españoles mantener la ilusión. Hace poco, un profesor de Comunicación Audiovisual de la UV me reconocía que sus alumnos están desmotivados, casi en estado de shock, tras asistir incrédulos al cierre de Canal 9. Ven que su futuro, hace unos años complicado, es ahora imposible.

Los jóvenes ingenieros industriales premiados el pasado día 20 y sus compañeros de promoción tampoco tienen un futuro fácil. Por fortuna para ellos, los sectores en los que pueden trabajar son muchos gracias a su amplia formación. Y disponen además de un colegio profesional para ayudarles en su trayectoria laboral, algo que no todas las profesiones tienen.

Así, solo me queda felicitar a Jesús Velasco, Francisco Javier Giménez Lisón, Carlos Errando Herranz y Bernardo Vicente Morell, los premiados de 2013, y a sus predecesores en las cuatro ediciones anteriores de los premios Cátedra de Empresa del COIICV-DV. Lo tenéis todo de cara para alcanzar el éxito profesional.

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