Por Santiago Fernández, ingeniero industrial colegiado.

Las tendencias gastronómicas están poniendo en práctica volver a consumir alimentos más tradicionales y naturalesEl anuncio a finales del 2015 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificando la carne roja procesada como “posiblemente carcinógena” logró generar largas horas en los programas de televisión matutinos, y nos predispuso reducir este tipo de alimentos.

La reciente moda del sushi, la quinoa, los alimentos fermentados, y multitud de otros elementos que entran dentro del grupo de “superalimentos” hacen gala de ello. Por otra parte, para que los consumidores disfruten de estos alimentos en perfectas condiciones, es necesario garantizar una temperatura y grado de humedad relativa del producto determinados.

Resulta curioso comprobar que el sector del frío industrial, entre cuyos cometidos está el garantizar las condiciones anteriormente mencionadas, también se está sumando a esta positiva tendencia verde.

La inclusión de los gases freón en el Protocolo de Montreal por su peligroso poder de agotamiento de la capa de ozono ya eliminó el uso de una parte de éstos, y las normativas más recientes vuelven a limitar el uso de estas sustancias por su contribución al calentamiento global del planeta.

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Esto hace que cada vez un mayor número de instalaciones se pasen al uso de refrigerantes naturales, entre los que se encuentran el amoniaco y el CO2. Las principales virtudes de estos refrigerantes son el nulo poder de agotamiento de la capa de ozono y el nulo o muy bajo poder de calentamiento global. Además, estas sustancias poseen una alta eficiencia energética, lo que contribuye a bajar la factura eléctrica y reducir aún más las emisiones totales de CO2.

frio

El frío es un elemento indispensable en la mayoría de procesos de la industria agroalimentaria. Afortunadamente, son muchas las empresas que procuran que sus instalaciones sean un referente en el cuidado y preservación del Medio Ambiente.