Por Bernardo Carrión.

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Foto de familia de Pequeños Grandes Inventos 2014. Foto: Luis Zurano.

Se acaba de celebrar en la Universitat Politècnica de Valencia la cuarta edición del certamen Pequeños Grandes Inventos, en el que colabora la Demarcación de Valencia del Colegio de Ingenieros Industriales de la Comunitat Valenciana. Es una cita anual que se ha consolidado gracias al esfuerzo de los alumnos y sus profesores, que cada año sorprenden con la calidad de los trabajos que presentan a concurso, dirigido a los jóvenes que estudian en colegios, institutos y ciclos formativos. Puedes ver la noticia en TVE.

 

Ellos estudian la asignatura de Tecnologíasus profesores también se quejan de la LOMCE—, y es en ese ámbito en el que desarrollan sus proyectos. A través de esta experiencia, los jóvenes pueden sacar la vocación que llevan dentro, esa que les empuja a preguntarse cómo pueden crear cosas o mejorar las que ya existen. Ese afán es lo que mueve a los ingenieros: crear objetos o sistemas que hagan la vida más sencilla y agradable a los demás.

Otra de las virtudes de este concurso es el fomento del trabajo en equipo. Va en el ADN de la convocatoria. Los trabajos se presentan por un equipo, que normalmente está formado por un grupo de entre tres y cinco alumnos. Fomentar la participación colaborativa es una buena línea de trabajo en la que preparar a los jóvenes: el emprendedurismo, una salida laboral cada vez más extendida, rara vez se hace en solitario. Suele ser un grupo el que echa a rodar una buena idea.

Los jóvenes que pasan cada año por la Ciutat Politècnica de la Innovació, lugar donde se presentan los inventos, impresionan por su soltura ante los adultos. Uno por uno, los cinco equipos finalistas desfilan por un estrado desde donde, armados con sus power point, exponen al auditorio sus trabajos e invariablemente crean un problema al jurado, que ha de dejar fuera proyectos que merecen premio. Sus miembros siempre valoran la capacidad de los jóvenes para transmitir sus ideas. Es emocionante ver cómo se expresan algunos de ellos y el dominio que tienen, a tan temprana edad, del discurso expositivo.

Este año, dos proyectos han sido premiados. La demarcación de Valencia del COIICV ha reconocido el trabajo Que fem amb el fem?, presentado por alumnos del Institut Lluís Vives de Valencia. Ellos han reproducido cinco estaciones de reciclaje para concienciar a la sociedad de la necesidad de separar los residuos sólidos, una clave para acercarse a la sostenibilidad económica.

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Alumnos y profesores del Institut Lluís Vives de Valencia con Que fem amb el fem?, invento premiado por el COIICV-Demarcación Valencia. Foto: Luis Zurano.

Y la UPV ha premiado el proyecto Signobot, firmado por cuatro alumnas del Colegio Gençana de Godella. Se trata de un prototipo de intérprete que es capaz de reproducir con los dedos de su mano mecánica el lenguaje de signos. Al ver este invento, es difícil no acordarse de aquella mano que Arnold Schwarzenegger mostraba en la mítica Terminator 2.

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Las cuatro alumnas del colegio Gençana que han creado Signobot posan con su invento y con su profesor de tecnología. Foto: Luis Zurano.

El rector de la UPV, Francisco Mora, lo dijo en su discurso de clausura: “Queremos que vengáis a estudiar aquí, a la UPV. Se necesita gente como vosotros para el desarrollo tecnológico del país”. Y el presidente de la Demarcación de Valencia del COIICV lo decía de otra manera: “Sois de los nuestros”.

Buena falta le hace a este país. Hay que desterrar para siempre la lapidaria y tergiversada frase de don Miguel de Unamuno: “Que inventen ellos”. Tenemos que inventar nosotros. Cantera no nos falta.