Por Alejandro Marín Arcas, ingeniero industrial

Permitidme que para centrar el tema haga una pequeña digresión personal, porque os preguntaréis que pinta ese señor aquí. La cuestión es que a principios del siglo XX, como su familia tenía explotaciones mineras en el Sureste, lo mandaron a estudiar a la Universidad de Lieja, que tenía un gran prestigio en Ingeniería de Minas. Acabada la carrera en 1913 Alejandro Marín Moreno, que así se llamaba,  contrajo matrimonio en Lieja, y poco antes de estallar la 1ª G. M. se volvió a vivir a Águilas.

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Estuvo dirigiendo las explotaciones mineras sin mayor inconveniente, puesto que contaba con los correspondientes facultativos españoles al frente de las mismas. Los problemas empezaron con la decadencia de la minería en los años 30 y sobre todo tras la guerra civil, cuando se vio en la necesidad de buscar trabajo. Gracias a su experiencia y contactos, así como a la buena formación adquirida, hubo empresas que lo contrataron y pudo sacar adelante a su familia, aunque siempre con la rémora de que al ser su titulación belga nunca pudo firmar ningún documento oficial.

Un siglo después me temo que no hemos avanzado mucho a la hora de que se reconozcan nuestras titulaciones, cuando se trata de trabajar en otro país europeo. Y así como en el caso narrado, lo más conveniente es contratarse en una empresa multinacional, ya sea española que vaya a trabajar fuera o en una empresa del país de destino. Sabiendo que a la hora de firmar documentos oficiales lo más práctico es que lo haga un Ingeniero con titulación del país que se trate.

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La realidad es que no hay estadísticas fiables en cuanto a la mayor o menor dificultad en según qué países, por lo que tenemos que recurrir a la casuística que siempre presenta un notable sesgo respecto a la situación real. Esto es así por cuanto que los colegas que llaman a las Asociaciones Europeas de Ingenieros, para tratar cuestiones relacionadas con su trabajo en un país distinto al de su titulación, lo hacen por dos razones fundamentalmente, para recabar información, los que menos y , los que más, para ponernos a parir a todos los que estamos por allí. Y con  razón, porque a pesar de los muchos años de reuniones, de la integración en la E.U., y de las dos Directivas promulgadas en los últimos diez años, la situación no ha cambiado sustancialmente en relación a como estaba hace un siglo.