Por Javier Padrós, ingeniero industrial colegiado y Director de Logística en Grupo Royo.

A la hora de diseñar y poner en marcha mejoras en una industria, siempre se ha dicho que el factor humano es muy importante para el éxito del proyecto… Pero, ¿en qué medida?

Los Ingenieros tenemos la tentación de centrarnos mucho más en la parte técnica del proyecto; hemos considerado que lo más complejo es resolver los problemas específicos, que nuestra misión es determinar qué y cómo se deben hacer las cosas y que nuestra formación y capacidades van a ser la garantía para obtener la solución óptima e implementarla tal cual en nuestras empresas.

A medida que se van cumpliendo años, nos damos cuenta que lo realmente complejo de un proyecto es la parte humana y que, en la Industria real, rara vez se plantean problemas con una elevada dificultad técnica.
En concreto, en un proyecto de Lean Manufacturing, el factor humano es la clave para que se culmine con éxito.

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Si seguimos los manuales a rajatabla, e incluso las recomendaciones de alguna consultora, bastaría con aplicar el rodillo: establecer la organización humana del Lean (OHP), poner en marcha todas las herramientas, y a funcionar. Seguro que más de uno ha tenido la oportunidad de vivir o ver experiencias fracasadas que nos pueden ilustrar lo que comentaba anteriormente: técnicamente no hay nada especialmente complejo; lo realmente complejo es el cambio cultural que hay que poner en marcha en la organización y generar la madurez suficiente para asumir una forma totalmente distinta de trabajar.

Considerar a los empleados no como una máquina más, sino como alguien capaz de aportar y mejorar la empresa desde su puesto de trabajo, es la base de la filosofía del Lean Manufacturing, y debería serlo también en cualquier organización. Con esta forma de trabajar, pasaremos de tener unos pocos Supermanes en las empresas, que tiraban prácticamente solos de un enorme carro y que decían a los demás cómo tenían que hacer las cosas, a tener todo el equipo tirando de ese carro. Si conseguimos que cada operario sea el responsable de mejorar su forma de trabajar (junto con sus compañeros y con el soporte necesario), la potencia que conseguiremos en nuestra empresa será incomparablemente superior. El paradigma cambia: ya no es el operario al servicio del jefe, sino el jefe al servicio del equipo.

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El valor añadido, la moral, la autoestima, las relaciones interpersonales y la productividad de la empresa, mejoran en un entorno en el que el operario es el “Director General de su puesto de trabajo”. En términos generales, cuánto más feliz sea el trabajador en su puesto de trabajo, mayor será también su contribución en la mejora del resultado de la empresa.